blues y blog

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martes, 9 de julio de 2013

POLVO DE HADA

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Hoy me han contado una historia muy hermosa que voy a tratar de reproducir con fidelidad. Voy a intentar no introducir argumentos extraños ni utilizar términos noveleros, a desestimar cualquier atisbo de sensacionalismo en el que estuviese dispuesta a caer. La historia requiere limpieza y honestidad, la mínima sensiblería y la sensibilidad suficiente para que sea el relato digno que acabo de oír de labios de su protagonista.
         
              - Aquella frente inmensa que resbalaba desde la cornisa de una brillante calva, -me dijo-, fue el lugar que la mariposa eligió para posarse. Lo vi cuando venía hacia mí y me llamó la atención, y de pronto, ¡zas! allí estaba ella, bellísima, con sus alas desplegadas, sus cien colores vivos, sus dibujos simétricos perfectamente alineados en el espacio sobre un fondo negro y brillante.
 
Me daba todos estos detalles haciendo un movimiento rítmico con sus manos, como si dirigiera una pequeña orquesta a la que hacía coro con sus palabras. La delicadeza de sus gestos iba en consonancia con todo su aspecto, su voz, el tono suave que utilizaba al hablar.
 
              - ¿Y dónde fue a posarse ella? Ocupaba toda la frente de aquél hombre, resaltaban todos sus colores en la palidez de su piel tirante, y el hombre, al sentir aquel tacto que debía ser como una sombra, no supo hacer nada mejor que darse un manotazo, sacudirla y caerla al suelo. Cuando la vi allí abatida me dio una tristeza enorme, sentí ganas de llorar. Me agaché y la tomé con las manos, pero ella no podía volar. El simple contacto de sus manos rugosas debió desposeerla del polvo de hadas que necesitan las mariposas para volar, y ahora era solo un animalito indefenso y bello, pero incapacitado.
 
Miró al suelo como con pesar, jugueteó con la sombrilla cerrada que llevaba en la mano y continuó.
 
              - De momento tuve una idea. Estábamos cerca de una tienda en la que había visto en el escaparate cajitas de mariposas disecadas, y me dirigí inmediatamente hacia ella con la mariposa inmóvil extendida en mi mano, con sus alas sin brillo, sin su polvo de hadas para poder volar. “Mire usted”, -le dije- “ha sufrido un accidente y no puede volar”. Y el hombre me miró y tenía una mirada viscosa, como si tuviera ojos de pez, no sé si era el efecto de la luz de la tienda o de los productos que usaba para su trabajo. “Necesito que la salve”, -le dije-, “no sé si poniéndole polvo de hadas… ¿cree usted?...”
 
No me costaba trabajo imaginar la escena. Mi encantadora amiga con su voz dulce, la mariposa abierta de alas en su mano abierta, los ojos viscosos de aquél desconocido disecador de alas muertas. Vestí el lugar de dramatismo, no lo pude evitar, pero dejé que ella continuara contándome su historia.
 
              - Traspasó la mariposa de mis manos a las suyas sin rozarle un ala, con sumo cuidado, y en aquel momento tuve la certeza de que la dejaba en buenas manos, que aquel hombre iba a ser delicado con ella y que sería capaz de devolverle su capacidad de volar. Me quedé sola en la tienda mientras él pasaba a lo que me figuro que sería su laboratorio, y me entretuve mirando las cajitas de las hornacinas donde guardaba colecciones enteras de familias de mariposas a cual más hermosas y bellas, exóticas, de increíbles colores y diferentes tamaños.
               - De pronto comencé a sentirme mal, como si me mareara. Percibí un olor extraño que venía de la sala anexa, por donde había desaparecido el hombre que me atendía. Un sin fin de pensamientos cruzaban mi mente en un segundo y me sentía incapaz de darle crédito ni sosiego a ninguno, y cuando ya estaba dispuesta a entrar por aquella puerta por donde había entrado el hombre, apareció él con una sonrisa de satisfacción en su increíble rostro de cadáver tendiéndome una cajita de madera con tapa de cristal en cuyo interior estaba mi mariposa con las alas abiertas y todo su brillo, pero muerta. - “Es todo cuanto he podido hacer por ella”, me dijo.
 
 
 
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lunes, 11 de febrero de 2013

LA REPARACIÓN


A través del teléfono creo verle la cara. Sé que se está riendo. Masca chicle y hace ruido con la boca. Mueve la lengua y chasca el globo verde de la clorofila que le estalla en plena nariz.
    -Por favor, si es que acabamos de llegar de vacaciones y se está descongelando todo, si solo me queda un pollo y apenas son las diez de la mañana, ¿cómo es que en todo el día no puede venir un técnico?
    -Pues ya le digo, imposible…
    -Pero es una prioridad, señorita, el servicio técnico, el servicio de urgencia… -    -Ya le digo, imposible… hasta el lunes por lo menos, o el martes, ya veremos…
    -¿Hasta el lunes? ¡Imposible! Si mañana es sábado…
    -Pues por eso mismo, y pasado, domingo y no trabajamos festivos ni vísperas, así que hasta el lunes no hay nada que hacer.
    -Señorita, que es un frigorífico, que no es una lavadora… que se me está descongelando todo… que no tenemos ni agua fría…
    -Pues ya le digo…
    -¡Póngame con el jefe, por favor!
    -Está de vacaciones, no vuelve hasta el jueves de la próxima semana… de buena gana le pondría, pero ya ve…
    -Dígale al técnico…
    -Lo siento, pero está atendiendo otro encargo.
    -¿Sólo hay un técnico?
    -Ya le digo…
    -Póngase en mi lugar.
    -No puedo dejar mi oficina
    -¡Por lo que más quiera, señorita! Es una marca alemana, aun no tiene dos años, me costó casi dos mil euros el dichoso aparato.
    -Pues ya ve, son todos iguales, los buenos y los malos, la gama a y los de la gama b, los caros y los baratos… ¡ya le digo!
    -¿Y usted no puede… haciendo un favor..?
    La oigo mascar chicle, creo verle la cara de satisfacción, el sadismo saliéndole por los ojos, la veo jugar con el bolígrafo, veo al técnico a un lado de su mesa bebiéndose una cerveza fría en un vaso cuajado de gotas heladas mientras maneja con maestría una llave inglesa. Los veo a los dos mientras ríen y el hombre pone los pies sobre la mesa.
    Cuando cuelgo el teléfono oigo que el técnico le pregunta a la telefonista cuántos avisos tiene para la próxima semana. Y acto seguido sentencia dando un golpe sobre la mesa con la palma de la mano.
    -Ya tengo trabajo asegurado para otro mes.
    -¡Ya te digo! como yo…- dice la telefonista mientras mastica chicle. Al fondo, en la radio acoplada al micro del teléfono, la voz rota y espesa de Louis Armstrong se ríe de mí y me salpica de saliva gorda la oreja, la boca y el carrillo derecho.

jueves, 7 de febrero de 2013

¡VIVA DIOS INTERNET!


Cuando se pierde la perspectiva de la realidad es como si la tierra desapareciera de bajo nuestros pies.

A mí me pasa algo parecido. La inseguridad me domina, soy igual a alguien que de pronto ha perdido la vista y se arriesga a dar el siguiente paso aunque está dominada por el miedo y teme que sus pies caigan en un abismo. Lo teme pero se lanza. Sus pies y ella son arrastrados al abismo de lo desconocido.

       Más o menos fue así: Yo no tenía una realidad para palpar, solo tenía una realidad virtual a la que me aferraba como si aquello tuviese asas, personalidad, carácter. A veces creía que necesitaba aquélla realidad basada en una pantalla fría que emitía destellos de colores, ráfagas de emociones, algún afecto cercano a la incredulidad.
      Me fui tras ella. Siempre es más cómodo asistir a los estrenos desde la butaca, que subida al pescante o al muro de los soportales para verlo todo desde fuera y gratis. Me emocioné, qué duda cabe, me sentí importante, mucho más importante sentada en la butaca que subida a las tapias, desde luego.          
      Tenía vecinos nuevos que me saludaban y me concedían importancia, aunque desde el principio yo supiera que en aquél patio de butacas predominaban las apariencias. Después llegaron ellos, los dominantes, los que imponen las normas y dictan las sentencias. Y me invitaron a salir del recinto.     De lo que objetaron pero no entendí nada no puedo hablar. Por lo que supuse que debo ser lela, porque me aseguraban que estaba claro. Al parecer me hacían un favor dándome cuartelillo, entenderían que yo hiciese esto o aquello indicando las pautas de lo que debía hacer.
       Lo hice, pero perdí pie y caí porque no sé caminar a oscuras. No tuve la malicia de agarrarme a los bordes, no sabía siquiera que los hubiera; solo me fui, salí del espacio abierto e iluminado al que ya me sabía adaptada y tomé el camino de señales equívocas, las que me habían puesto antes para hacerme caer en el error de tomarlas.
       Todo era virtual, pero para mí que todo formaba parte de una realidad tangible, de un mundo cercano y práctico, tocable, tóxico, contaminante. Como todos los mundos orgánicos. Desde entonces supe que era peligroso asomarse al mundo exterior de las redes sociales de internet, tanto como arrojarse sin red desde un trampolín cuando ni tan siquiera eres el mono del circo.
       Yo cometí el error, pero no aprenderé nunca. Soy un animal anciano de costumbres arcaicas, arraigadas, de raíces profundas. Y nunca entenderé que yo no pertenezco a este mundo en el que he querido encasillarme como si lo entendiera. Y que este Gran Dios moderno, Internet, que ha venido a sustituir a todos los otros dioses omnipresentes, omniscientes y cargados de sabiduría, es mucho más inteligente y poderoso que todos aquellos otros que ya han pasado a la historia.
       A los otros tal vez se les podría engañar. A este no.
       ¡Los viejos Dioses han muerto!
       ¡Viva Dios Internet!


                                                                       



                                                                            O-O

miércoles, 6 de febrero de 2013

VERSOS CLANDESTINOS



Tengo la certeza de que siempre llego tarde a todas partes. Cuando nací ya habían descubierto todas las cosas importantes y se habían escrito las más grandes y hermosas novelas, se habían construido catedrales, se habían organizado las comunas, la gente sabía para qué usar el fuego y el aceite y de donde había que extraer la leche, cómo se fabricaba la miel y se hacían todas las cosas que eran o no eran necesarias.

     Los rusos y los americanos se repartían la tierra, los dioses se multiplicaban, se había inventado la coca cola, se habían hecho todas las cosas grandes que se podían hacer y se preparaba el asalto a la luna y a otros planetas. Por eso creía que nada de lo que hiciera ya merecería la pena.

     Pero todos buscamos cosas. Y si no se encuentra nada nuevo, se inventa, se copia, se falsifica, se hurga en el interior de las cosas hasta saber de qué están hechas. La vida es eso, búsqueda, insatisfacción. A veces, casi nunca sabemos lo que buscamos, pero cuando lo hallamos sabemos que era eso.

     Los poetas andamos infatigables en la búsqueda de hacer visible lo oscuro y clandestino y solo cuando creemos tenerlo entre las manos sabemos que lo hemos encontrado.

     Después todo fue más sencillo. Sabía lo que quería y sabía lo que estaba buscando. Corazones, sentimientos, gente sencilla que estaba ahí tras una amistad de años sin hacer ruido, sin combatir ausencias, sin extrañarse de nada. Gente nueva que llegó segura de quedarse como yo ahora estoy segura de haber llegado a tiempo a todas partes.

     Algunos hasta queremos ser algo que no somos. Yo, por ejemplo, quisiera ser mi antepasado y descubrir el fuego, y ser mi fuente y estar donde está el agua, y tener veinte años de forma permanente y estar en cada casa donde se cuecen versos y recitar canciones en la plaza. Yo quisiera ser esa hoja volandera que recuerda un soneto. Quisiera ser el verso suelto de un poema, algo tan necesario como eso: estar en una esquina de Quevedo, en la mitad de un torbellino de Neruda, en la punta del dolor de León Felipe, en la calle de la paciencia de Machado y en una filigrana verde de García Lorca. Y quisiera ser la tinta que dibujó estas páginas que dan entrada a las clandestinas ideas, la huida, la estancia y el retorno. Pero ni siquiera soy un verso que ha dejado de ser clandestino.



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martes, 22 de enero de 2013

SERENATA PARA UNA MUÑECA




Se alzó sobre las puntas de sus pies como si fuese una pluma en equilibrio sostenida por un viento que apareció de pronto moviendo las cortinas de los árboles.
       Elevó los brazos al cielo y trenzó los dedos en una filigrana que parecía bordada sobre el brillo inmaculado de la mañana entumecida de blanca. la luz que se mecía entre el sol y la sombra dejaba entrever unos reflejos íntimos y delicados y la temperatura era suave, ideal para cualquier hora del día y para todo tipo de actividad.
       La bailarina se dobló sobre sí misma y se dejó caer sobre la luna del escaparate. Lentamente se desató las invisibles trenzas de las zapatillas, desanudó los lazos de su corpiño, se despojó del tul que la ocultaba y se quedó desnuda; saludó con una inclinación de su cabeza y doblando la rodilla derecha esperó el aplauso de los transeúntes detenidos y expectantes ante su belleza.        Alguien se acercó y puso una tela blanca sobre sus pechos y el sexo desnudo mientras ella tiritaba de emoción, consciente de la expectación que su baile había despertado entre los asistentes.
       Más tarde alguien se la llevó empujándola suavemente hacia la ambulancia aparcada en la acera y nunca más volvimos a verla bailando en la calle.



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domingo, 6 de enero de 2013

METAMORFOSIS




Yo era un lepidóptero hermoso y me sentía orgulloso de mis formas, la suavidad de mi tacto, el sinuoso y elegante movimiento de mi cuerpo cuando me paseaba por las hojas delicadas y suaves de la hermosa morera. Pero un día comprendí que mi ciclo vital estaba llegando a su fin y mi cuerpo se disponía a sufrir una transformación.
            Lo estaba presintiendo y había visto el proceso entre mis parientes y vecinos, pero ninguno me había explicado los síntomas que notaría cuando fuesen a producirse esos cambios. Y el momento, al fin, estaba llegando.
            Pensé que eran problemas ocasionados por una mala alimentación lo que me estaba produciendo aquél exceso de gases y un ligero estreñimiento, que en un cuerpecillo tan menudo como el de los gusanos puede acarrear graves daños intestinales. Después sentí la presión sobre uno de los anillos cercanos a la cabeza, como si de pronto hubiese engordado y todo el volumen se concentrara alrededor de ese lugar formando un doble cuello incómodo y opresor.
            Era evidente que estaba sufriendo una transformación, lo que no sabía era si sería la metamorfosis definitiva o una mala digestión. Comencé a sentir unos retortijones horribles. Mi cuerpo ondulado se movía con velocidad atacado por las convulsiones del viento. Expulsaba gases, sufría espasmos violentos y sentía una descomposición de muerte.
            Parecía que iba a romperme, que mi cuerpo estallaría mientras hacía una de aquellas piruetas dolorosas. Lentamente se me abrió la piel y una extremidad viscosa y ligeramente dorada comenzó a aparecer por un costado. Después pasó igual por el otro costado, mi tamaño decreció por una parte, creció por otra, cambió de aspecto, se hizo pequeño y ágil y voló. Creí que mi cuerpo volaba, pero era yo, yo entero en cuerpo y alma quien se había lanzando al mundo de la imaginación en busca de mi yo definitivo.
           Así resumido puede parecer algo rápido y casual, sin importancia. Pero fueron incalculables las sensaciones que sentí en aquellos momentos. Innumerables y extrañas, y con resultados tan extraordinarios.
           Tengo alas, soy hermoso, produzco una maravilla, soy dichoso por eso. Soy el sorprendente resultado de un cambio que la naturaleza ofrece como algo natural y sencillo. Soy la mariposa resultante de un simple gusanillo. De sentirme hermoso, soy hermosa; de gusano, mariposa, y sin embargo no puedo volar si no sé hacerlo desde la imaginación. 
           Tengo los días contados pero aun no lo sé. No puedo volar, pero tampoco sé que si lo hiciera sería más feliz. Nada de lo que se desconoce se añora. Tampoco pensé nunca que pudiera ser quien soy. La metamorfosis final me ha situado en una situación privilegiada. He conocido todo cuanto podía conocer; he dado satisfacciones y me han otorgado sonrisas y agradecimientos. No se puede pedir más.
 
 
 
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sábado, 5 de enero de 2013

VIERNES 4 DE ENERO, 2013


Viernes 4 de enero, 2013. Por alguna razón que se me escapa hoy he sentido miedo, preocupación y tristeza. Un cóctel de todos esos sentimientos mezclados. Una mezcla explosiva que podía haber hecho que todos mis sistemas de defensa entraran en acción.
          Algo hizo que se pulsaran los resortes del miedo cuando en una rápida visión tuve delante de mis ojos la imagen de un hombre retorciéndose en el suelo, ardiendo como una antorcha hasta que su ropa y su piel fueron una pasta inconsistente hecha de ceniza roja que quedó pegada al asfalto, y su carne era una brasa humeante y tétrica. El pavor me paralizó por unos momentos. Esta era una acción que siempre había pasado lejos, que no podía pasar aquí, a dos pasos de mi propia vida. Y por ese efecto dominó que tiene el pensamiento, una ficha hace caer a otra, y a otra, y así sucesivamente hasta que toda la hilera está sobre la tarima. Así un pensamiento te lleva a otro, una historia a la otra, un suceso terrible incita la visión de otro suceso.
        Y el pensamiento se dispara y de pronto ves la escena que no querías. Ves a una niña, casi un bebé, víctima de un acto repulsivo al que es imposible darle imagen, ofrecerle un lugar en la crónica negra de los sucesos. Y sigue el rastro de dos cuerpos humanos carbonizados, los infantiles e inocentes cuerpos de dos hermanos que acaban de ser, por no se sabe qué instrumento de maldad paterna, convertidos en cenizas. Y después es el frío lo que sigue al fuego, la congelación, la muerte por pericia vital del desequilibrio más perfeccionado, del delirio más incestuoso. El rapto de la vida antes de la vida o al momento de ella, la furia anormal de una mente alienada por la irracionalidad de su propia disculpa.
       Actos humanos como si se tratara de un libro de imágenes consecutivas en el que al desplazar con la mano el filo de sus página, te diera el resultado de una historia completa. La historia que invita al miedo, a la incredulidad, a la tristeza. Y veo, en un recorrido rápido por esas páginas que por sí solas no provocan sino un pavor aislado, los cuerpos de cinco chicas muertas por aplastamiento y desidia, por locura colectiva, por el avaricioso afán de la muerte que se apaña con los mediocres usureros de la vida para provocar la desesperación, el fallo monumental de todos los sistemas que deben regir para el buen funcionamiento de una comunidad. La imperdonable puesta en marcha de la desidia apática de un régimen viciado por la costumbre y la creencia de que nunca van a suceder las tragedias que se ponen en marcha cuando la vida anda descuidada en disimular sus errores.
        El dedo pulgar termina de hacer su recorrido rápido y fugaz por las páginas del libro que encadena actos, pero no porque termine de visualizar sus páginas se termina el horror. Dando de lleno en el epílogo del día, casi rozando las sombras de la mañana que sigue a esta jornada de desconcierto en la que mi pensamiento se he empeñado en permanecer por espacio de unos segundos eternos –tal vez necesarios para ella- queda aun por entrever la imagen de la primera mujer asesinada por su pareja en este año que recién comienza a desplegar sus alas, a dar los primeros pasos. Viernes tres de enero 2013. Después de tantos horrores, comienza la cuenta atrás para una nueva era de asesinatos.

Miedo, preocupación, tristeza...





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Sevilla, 5.1.2013.

miércoles, 2 de enero de 2013

UN PRÓLOGO EN BUSCA DE CUENTO




“Agrio está el mundo, inmaduro, detenido; sus bosques florecen puntas de acero; suben las viejas tumbas a la superficie; el agua de los mares acuna casas de espanto”

Hace muchos años, cuando Alfonsina Storni escribía estas palabras, el mundo era algo así como ella lo reflejaba. Inmaduro, detenido, lento. Dicen que son ciclos vitales, circunferencias perfectamente definidas por las generaciones que giran y giran repitiendo conceptos y estrategias perfectamente ideadas por los hombres que manipulan la rueda y hacen que las cosas den vueltas a la velocidad o al ritmo que ellos quieren. Eso dicen que es el mundo, el tiempo.

     Pero Alfonsina no sabía que la vida es un estado de excepción permanente. Es decir, un estado excepcional único y permanente. El mundo se renueva constantemente aunque el aire es el mismo. Las ciencias, las maquinarias, la investigación, la robotizada circunferencia de la vida sigue produciendo asombro y perplejidad por la calidad de sus avances tecnológicos, a pesar de sentirnos indemnes, grata y vivamente ajenos a la sorpresa que nos pueda ocasionar cualquier nuevo descubrimiento que se produzca en el mundo. Somos así. Nos quedamos perplejos ante cualquier avance de la tecnología al mismo tiempo que sacamos pecho para sentirnos indiferentes ante ella.

     El ser humano se ha sentido durante toda su vida superior a sí mismo. La perfecta contradicción de la simbiosis que tarda tanto en producir asombro. Se ama mientras se detesta. Se cree mientras se niega. Abandona el Edén para mezclarse con el barro del que es parte, razón y esencia. Pero nunca sabe lo que hace.

“Si abandonar el Edén es escribirlo, sé incrédulo”,

escribe Juan Cobos Wilkins, poeta onubense, invitándonos a ser leales con la realidad, incrédulos con el Edén que nos han mostrado. El edén no existe, hay que escribirlo con minúsculas, con desprecio. Hay que hacer un círculo alrededor de la palabra y describir que allí solo viven las mentiras de los hombres.

      Abandonamos el edén y hallamos la realidad que nos han escondido la ciencia, la física, las leyes de la gravedad y el Sumsun cordan. Todo cambia cuando nos enfrentamos a ella, todo es discordante y extraño, superficial, amorfo. No entendemos las ideas, los conceptos, las leyes. La vida es otra cosa, es otra cosa. La vida es sueño o cuento o verso. La vida es lo que escribimos los poetas. Lo que soñamos los poetas. La vida es lo que dice Luis García Montero, por ejemplo.

“Abriré las ciudades por si hay una silla vacía en los ojos cerrados del futuro. Y abriré la piel de un ruido, la bóveda de un eco, el tejado con hierbas de mi casa, con el filo de una antigua quimera abriré las ciudades, las palabras.”

     Y el mundo seguirá girando alrededor de su propia falacia y de sus sueños de grandeza. Se seguirán descubriendo galaxias y civilizaciones, fármacos contra la enfermedad, bombas cada vez más potentes para no parar las guerras; se perfeccionaran los sistemas económicos mundiales para que los que siguen ganando nunca pierdan, y el mundo seguirá girando, como decía antes, alrededor de su mierda concentrada en píldoras contra la solución de los problemas.

    Solo la literatura, como la piedra, permanece inalterable por los siglos de los siglos, por las edades del hombre y por la soledad de los planetas. Por los siglos de los siglos inalterable y fiel la poesía, la mano que la escribe, algo que no se muere ni transforma, ni cambia de intención ni autonomía y que se rige por las mismas reglas desde que el mundo es mundo, desde que alguien escribió un signo para que luego fuese una palabra, una emoción, una historia, un verso, una canción.

    Todos los mundos se destruyen más tarde o más temprano, menos el de las palabras. Como dice Manuel Rivas en uno de sus poemas:

"Puedo estar orgulloso.
Se cae la casa
pero mis hijos huyeron al bosque
con la cabeza llena de pájaros".

Así nos sentiremos mientras quede alguien, una sola persona que sea capaz de extender su mano y escribir una palabra. Y después de una palabra, un cuento.
 
 
 
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