blues y blog

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lunes, 11 de febrero de 2013

LA REPARACIÓN


A través del teléfono creo verle la cara. Sé que se está riendo. Masca chicle y hace ruido con la boca. Mueve la lengua y chasca el globo verde de la clorofila que le estalla en plena nariz.
    -Por favor, si es que acabamos de llegar de vacaciones y se está descongelando todo, si solo me queda un pollo y apenas son las diez de la mañana, ¿cómo es que en todo el día no puede venir un técnico?
    -Pues ya le digo, imposible…
    -Pero es una prioridad, señorita, el servicio técnico, el servicio de urgencia… -    -Ya le digo, imposible… hasta el lunes por lo menos, o el martes, ya veremos…
    -¿Hasta el lunes? ¡Imposible! Si mañana es sábado…
    -Pues por eso mismo, y pasado, domingo y no trabajamos festivos ni vísperas, así que hasta el lunes no hay nada que hacer.
    -Señorita, que es un frigorífico, que no es una lavadora… que se me está descongelando todo… que no tenemos ni agua fría…
    -Pues ya le digo…
    -¡Póngame con el jefe, por favor!
    -Está de vacaciones, no vuelve hasta el jueves de la próxima semana… de buena gana le pondría, pero ya ve…
    -Dígale al técnico…
    -Lo siento, pero está atendiendo otro encargo.
    -¿Sólo hay un técnico?
    -Ya le digo…
    -Póngase en mi lugar.
    -No puedo dejar mi oficina
    -¡Por lo que más quiera, señorita! Es una marca alemana, aun no tiene dos años, me costó casi dos mil euros el dichoso aparato.
    -Pues ya ve, son todos iguales, los buenos y los malos, la gama a y los de la gama b, los caros y los baratos… ¡ya le digo!
    -¿Y usted no puede… haciendo un favor..?
    La oigo mascar chicle, creo verle la cara de satisfacción, el sadismo saliéndole por los ojos, la veo jugar con el bolígrafo, veo al técnico a un lado de su mesa bebiéndose una cerveza fría en un vaso cuajado de gotas heladas mientras maneja con maestría una llave inglesa. Los veo a los dos mientras ríen y el hombre pone los pies sobre la mesa.
    Cuando cuelgo el teléfono oigo que el técnico le pregunta a la telefonista cuántos avisos tiene para la próxima semana. Y acto seguido sentencia dando un golpe sobre la mesa con la palma de la mano.
    -Ya tengo trabajo asegurado para otro mes.
    -¡Ya te digo! como yo…- dice la telefonista mientras mastica chicle. Al fondo, en la radio acoplada al micro del teléfono, la voz rota y espesa de Louis Armstrong se ríe de mí y me salpica de saliva gorda la oreja, la boca y el carrillo derecho.

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