blues y blog

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martes, 31 de enero de 2012

SI YO FUESE HENRY


Una y otra vez la misma historia. Pliegos y pliegos echados al limbo de Microsoft, a semejanza de lo que tantas veces hemos visto en películas que nos narran la obstrucción mental del aspirante a escritor o guionista, sudando, envuelto en espirales de humo, depositado en mitad de un ambiente denso que llega a resultar asfixiante, inquietante, en el que ya se ven depositados los primeros compases de una novela negra.

    A un lado, al alcance de su mano, sobre la mesa, cerca del cenicero rebosante de colillas, una botella de Jack Daniel llena hasta la mitad, mantiene la tensión del personaje, que ya comienza a verla medio vacía.
    Si eliminamos el humo, la botella de whisky, el sombrero que antes olvidé, echado hacia atrás, dejando ver un graso mechón de pelo negro sobre la frente, la densa apariencia de la habitación, todo lo demás es mi triste historia de esta tarde, de la tarde de ayer, de un millón de días atrás, desde que no soy capaz de escribir una sola línea que mantenga la más mínima coherencia, dignidad o apariencia de algo claro y positivo.
    También cambiamos la máquina de escribir por el teclado del ordenador. La pantalla me muestra un papel blanco que se va llenando de líneas que hago desaparecer casi de inmediato. En la peli, el actor tiraba del papel hacia arriba y hacia un ovillo con él, lo tiraba a la papelera, y cuando se desesperaba y echaba mano a la botella, sus ojos tropezaban con la montaña de papel que se acumulaba alrededor del cesto de mimbre o de la caja de cartón que le servía para el caso.
    Yo pulso un botón y hago que las líneas desaparezcan. Lanzo mi mano derecha hacia una hipotética botella de whisky y alcanzo a pulsar la tecla del ventilador para ponerlo en marcha. Con el viento del aparato, la escasa pulpa de mis contextos se dispersan por la sala, vuelan como el papel de fumar ayudado por la ráfaga del aire. Pero la desesperación es la misma, la sensación de impotencia, la frustración, la debilidad es palpable frente a la contundencia del hecho.
    No soy capaz de escribir una sola línea. Ni siquiera una idea que pueda ser medianamente desarrollada. Ni una historia real mezclada con la suculenta y atractiva hipérbole con que se engordan las historias que ruedan por la calle. Ni una noticia del periódico a la que sería fácil extraer su metáfora, su jugo extraordinario. Desfigurar debidamente. Ni saber que un viejo y querido cantautor a muerto de forma equivocada porque los tiros iban destinados a otro.
    No quiero ser pesimista, pero de igual forma que los veranos secan la tierra, agrietan los terruños ásperos de la fantasía, la imaginación no halla cauces, el calor consigue crear una amalgama de extrañas sensaciones que anulan por completo cualquier iniciativa de creación. Es la pereza al fin y al cabo lo que me puede. Es la agobiante, aplastante sensación de saber que el sol está arriba hundiendo mi cerebro a martillazos. Y estar segura de que no puedo con él, que siempre me ganará, pues ya son muchos los veranos que llevamos manteniendo la misma e interminable pelea.
    Si yo fuese Henry, Jack o Peter, sacaría mi pistola ennegrecida y sucia por el humo del tabaco y dispararía sin piedad sobre la bombilla que cuelga del techo, de donde se difumina una luz medio muerta. Total, si ya está agonizando, para qué alargarle más la agonía al escritor. Tomaría lo que queda en la botella y echaría la cabeza sobre los brazos cruzados encima de la mesa. Me quedaría dormido y soñaría que la vida es bella y que todo me sonríe. Por la mañana, al despertar, todo sería diferente. Eso creo que pensé mientras echaba a la basura el último párrafo y hacía borrón sin cuenta nueva.

2 comentarios:

  1. Si. Es una sensación casi de ahogo , de propio suicidio cuando te enfrentas un papel en blanco con la mente en blanco y una maldita conciencia de que no hay nada...
    Menos mal que la mente es un envase retornable...

    Se me aceleró el pulso viéndome algunas noches.
    Solo que yo me muerdo en una blanca ginebra.

    Un placer leerte
    Besos¡

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  2. Leni, Henri tomaba Jack Daniel.

    Me encanta saber que hay alguien ahí alguna vez, muchas gracias.

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