blues y blog

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miércoles, 4 de enero de 2012

VOCES BÚLGARAS

Carolina en la cocina mientras hace unos pinchos tropicales está cantando con su depurada técnica una canción de folklor imitando las delicadas voces búlgaras. Hace años que no la escuchaba cantar con tantas ganas.

Esta noche el ambiente es de fiesta y ella expresa con su canto el ambiente que reina en la casa. Los otros, cada cual en una tarea diferente, pero todos aplicados en una labor común, que es la de embellecerse para estar guapos en la cena. Limpios, bien vestidos y maquillados. Ese carácter jovial y al mismo tiempo formal con el que queremos acudir a las citas importantes.

Hoy toca cena de Navidad. Quien no se esmere no sale en la foto. Hay risas nerviosas y alguna expectación muy particular. Hoy viene a cenar el novio de Rosa. Lo trae a casa por primera vez desde que salen juntos. Mamá le dijo que no le parecía bien que el chico dejara a su familia para venir con ella, que mañana sería incluso mejor, pero ella insistió, además se justificó diciendo que él no tenía familia en España y que no iba a viajar hasta su país solo por pasar esta noche con ellos.

Quedó la cosa así. Y esta noche viene Ismael a cenar a casa. Nadie lo ha visto aun, ninguno de nosotros lo conoce. Rosa no nos ha enseñado ni siquiera una foto suya. Quiere mantener el asunto en secreto o simplemente no le da importancia al echo de que una imagen pueda servir para determinar la importancia o la valía de un individuo. Rosa es así, y es de esta segunda forma como piensa y no por abusar del secreto o la sorpresa.

Para sorpresa la que nos dio papá llegando anoche desde el destacamento en Irak en el que está destinado. Es Capitán especial de las fuerzas especiales y aprovechó un permiso de dos días para plantarse en casa a cenar con nosotras. Creemos que le gustará tener a Ismael esta noche, porque al menos habrá un hombre en la casa con quien podrá hablar de otros temas diferentes a los que tiene con nosotras. Papá quería un hijo varón, y buscándolo se juntaron con cinco hembras. Yo soy la mayor. Rosa, que será la que esta noche se convierta en la más seria y formal de la familia, es la segunda. Caro, que estremece la cocina con sus voces búlgaras, es la tercera.

A la hora convenida llamaron a la puerta y mamá que estaba cerca fue a abrir. Rosa ni siquiera oyó la llamada. Yo acudí detrás de mamá y pude verlo todo. Ismael, si es que se llamaba así, era un tipo alto, fuerte, con el pelo rizado pegado a la piel de la cabeza, completamente negro, sus rasgos eran casi invisibles en el vano de la puerta. Casi una sombra recortada con el fondo de luz del pasillo exterior de la vivienda. Era la sombra negra de un hombre negro.

En un español muy estudiado y correcto preguntó por Rosa Hidalgo. Después hubo unos momentos largos de silencio. Mamá no contestó enseguida o no dijo nada que yo pudiera oír. El muchacho repitió la pregunta mientras alargaba un envoltorio que pensé que sería una botella. Mamá no alargó su mano para cogerla. Se mantuvo callada y sin hacer ningún movimiento. Después, con la voz casi ahogada, sin saliva, la oí decir mientras cerraba la puerta lentamente, “lo siento, creo que se equivoca, esa persona que dice no vive aquí.”

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