blues y blog

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martes, 17 de enero de 2012

LINARES DE LA SIERRA - AL LADO DE CUALQUIER TIEMPO

No hay que irse muy lejos para volver al pasado. O al menos para quedarse a vivir durante un tiempo en un lugar que contiene la historia del pasado más cercano y auténtico. Legitimado por la cal y la sierra, por la edad de sus casas, por la arruga vertical de su rostro, por la figura arcaica del labrador que no conoce más que esa tierra que pisa y ese cielo que mira y se rasca la espalda en los picos de la montaña porque la edad no le alcanza a llegar con los brazos a la cima.
   Esta mañana mi hijo me invitó a ir con él a Linares de la Sierra. Allí tiene un amigo lutier y quiere llevarle un par de guitarras para que se las ponga a punto.
   ¿Linares de la Sierra? ¿Dónde está eso? Aquí al lado.
   Te vas camino de Aracena, vas viendo cómo cambia el paisaje, la vegetación, el aire. El cielo limpio, el color intenso, el verde sin escamotearle ningún tono a la paleta. Y llegas a Aracena y tuerces a la izquierda, y bajas por una carretera en la que apenas caben dos coches si se cruzan. A izquierda y derecha no dejarás de ver encinas y pequeños rebaños indiferentes y felices, lejos de todos; más tarde pinos cuajados de piñas alargadas y verdes. Unas cuantas piñas de aquella en una hermosa chimenea arden como la yesca y junto al humo que echan despiden un olor que te tumba de placer y de espalda. Ya de paso le pones sobre las ascuas una rebanada de pan del que se cuece por aquí y te la comes con un abundante chorreón de aceite de Oliva. Bien, sigamos a lo que vinimos.
Y llegamos a Linares de la Sierra y el amigo lutier de mi hijo nos está esperando a la entrada de la primera cuesta. Yo no sé qué me esperaba, pero es un chico joven que un buen día decidió instalar allí su taller de reparaciones y construcción de guitarras, y desde entonces vive allí con su mujer y su hijo en medio de un ambiente que no puede ser más exquisito.
   A Linares se llega por las piedras, por el rumor del agua, por el principio olfativo de los pinos y el humo que sale de cada chimenea.
   Las calles son una sucesión de recovecos estrechos que se pierden en varias direcciones hasta que te sientes desorientada y perdida. Las casas blancas a rabiar, encaladas a conciencia, de una o dos alturas, de muros espesos, de miradas estáticas y de viejos que se saben portadores de la ciencia del silencio y de la sanidad de las palabras.
   Hay censados unos trescientos habitantes de los que solo vimos a unos cuantos. Hay varios bares y tabernas, un colegio, un centro de reunión, una asociación cultural, una farmacia. “La farmacia es el peor negocio que hay en este pueblo”, nos dice Víctor. “Nadie enferma, los viejos se mueren de viejos”. Hay un restaurante de la guía Michelin y un núcleo de apartamentos de lujo que guarda para el exterior la misma estética rústica y arcaica cargada de historia y de pasado que el resto de las casas. Lo que no dejó de sorprenderme.
   Y hay agua, mucha agua, fuentes milenarias que siguen ejerciendo los mismos usos para las que fueron creadas. Dar de beber a las bestias, abastecer las necesidades del vecino y lavadora manual para la ropa, que se sigue utilizando. Esto sí que me sorprendió. Lo que no esperaba era llegar a verlo con mis propios ojos. Una mujer con su cubo y un ato de ropa se acercó y lavó, a la vieja manera en que las mujeres lavaban la ropa en los riachuelos. El agua estaba templada. “Como no deja de correr, -explicó la mujer-, no se queda helada.”
En Agosto hay una semana cultural en la que se celebran recitales de poesía y música antigua. Ya les he pedido que me inviten. Linares de la sierra es el ejemplo más palpable y claro de que no es necesario irse muy lejos para sentirse transportada a un país de cuento, a un lugar no imaginario que solo se conoce si se leen las páginas que cuentan crónicas de una historia muy, muy lejana. Pero tan cercana también…

En Linares de la Sierra, al lado de cualquier tiempo.

1 comentario:

  1. Sí que lo has descrito bien y, además, con todo el cariño que nos inunda al conocer un lugar tan rico en belleza.
    A mi me habló de Linares un viejo amigo. Tardé varios años en comprobarlo por mi misma, pero desde entonces he regresado varias veces.
    Ahora, de tu mano, a través de tu palabra, he vuelto a andar sus calles y respirarlo. Gracias

    Besos

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