blues y blog

blues y blog
imagen

domingo, 26 de febrero de 2012

PRIMERO LA OBLIGACIÓN

Cuando me siento ante el ordenador, acomodo mi postura al teclado y observo que todo esté como debe estar: la altura de la silla, la distancia de la pantalla, la cercanía de la taza de café. Los dedos, ágiles aun, y la mente limpia, despejada, demasiado clara, creo yo, demasiado vacía para no saber con qué llenarla.

   Abro Word y aparece el espacio en blanco que ocupa tres cuartas partes de la pantalla azul inmaculada. Cruzo los dedos y miro hipnotizada la luz que despide el color refulgente en la tenue oscuridad de la sala. Y me pregunto entonces qué hago yo aquí, por qué no estoy preparando la cocina, haciendo las camas, pensando en qué hacer de comer al mediodía.

   Sé que tengo obligaciones sagradas. Las funciones de ama de casa son algo muy serio, no pueden discutirse ni dejarse para después y mucho menos olvidarse en el tablón de anuncios colgado en la cocina, en el que cada día aparece el nombre de alguno de la casa encabezando la lista de las tareas. Pero ese nombre, al final, se queda reducido a uno. El mío.

   Mientras se desarrolla un incruento duelo entre obligaciones, deberes y necesidades, permanezco sentada a la espera de una señal que ilumine mi cerebro y me abra una vía de conciliación que aúne las distancias. La cocina, las camas, la comida, algún recado, contestar unas cartas. Contra un papel blanco, vacío, llenando una pantalla que me fascina, que me mantiene con la vista pegada al destello que irradia, a la ilusión que me incita, y los dedos dispuestos sobre el negro teclado, sobre una letra cualquiera, sobre un signo, a la esperar de garabatear el símbolo perfecto de mi estado. Pájaros, pájaros, pájaros, que diría mi marido.
   Al final, sucumbo. Siempre he de ser yo, decida lo que decida, quien se acobarde y tiemble y opte sin pensarlo. Así que decido sin plantearme siquiera cual es la postura adecuada. Lo demás puede esperar, pero el momento de escribir la primera palabra, la que rompa el fuego, la que inicie la partitura, es demasiado importante para que me coja haciendo un estofado cualquiera. O por el contrario, iniciar la tarea por la cocina, poner una lavadora, recoger el lavavajillas o hacer las camas y asunto liquidado. Y mientras, ir pensando.

   No sé si la mejor, pero tal vez la más adecuada decisión salomónica: Ratito para los deberes, ratito para la expansión de los deseos más íntimos. Además, no sé ni por qué dudo o me planteo estas cuestiones, si ya desde bien chica me lo enseñó mi madre con mucha contundencia mientras me hacia las trenzas sin sentir cómo me dolían los tirones que me daba del pelo:

“Primero la obligación y por último la devoción”. Lo sé desde pequeña.

1 comentario:

  1. Si.... las dos lo sabemos desde pequeñas, pero ¿porque no cambiar las reglas?, primero la devoción y después la obligación... si queda tiempo.. intentémoslo

    ResponderEliminar