blues y blog

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jueves, 26 de enero de 2012

PANEGÍRICO EN MI FUNERAL

He muerto.
Esto ya es un hecho consumado. Algo de lo que no voy a poder arrepentirme nunca, acaba de suceder.

Y ahora tengo ocasión de decir unas palabras. Sé que dejo atrás una familia, unos hijos, unos nietos, un marido.

Gente a las que durante cuarenta años he estado aligerándoles la carga, haciéndoles los trabajos sucios, provocándoles el lamentable desahogo de las mañanas cuando me utilizaban de despertador, lavándoles la ropa y haciéndoles la comida y manteniendo en orden y limpia esta preciosa casa de la que tanto presumen.

Sé que me echaran de menos, que lloraran por mamá, lloraran por mí, ahora tal vez esté alguno llorando muy sinceramente, llorando por mí. Yo sé quién es, no se preocupen. No vayan todos juntos a sacar los pañuelos.

Y sé que pronto me buscaran sustituta, mamá y esposa de repuesto. Y sé que seguramente tal vez, alguna vez y muy sinceramente, lamentarán mi muerte prematura y mi abandono.

Todo esto lo sé, aunque no presumo de ello. Más bien me duele un poco, y esto es como mi revancha. Pero no se preocupen, no quiero que sufran. Yo sé que ustedes no querían que yo muriera. No les interesaba.

Pero les aseguro que por una vez en la vida ha sucedido algo con lo que yo he podido estar de acuerdo. Y es que yo sí quería morirme, aunque solo fuera para decir estas palabras en público y fastidiarles la velada.

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